Los investigadores anticipan que las pérdidas económicas mundiales durante el siglo XXI podrían alcanzar los 84 billones de dólares.
Leer notaEfecto dominó: por qué un desastre nunca llega solo
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En septiembre de 2017, un sismo de magnitud 8.2 sacudió el sur de México. Las imágenes que recorrieron el mundo mostraban edificios colapsados, calles fracturadas y familias buscando refugio. Pero el desastre no terminó con el movimiento telúrico: horas después, se registraron fugas de gas, incendios en zonas urbanas y cortes prolongados de energía eléctrica. En comunidades costeras, la alerta de tsunami obligó a evacuar a miles de personas. Lo que comenzó como un evento sísmico se convirtió en una crisis múltiple que puso a prueba la capacidad de respuesta nacional.
Este es el llamado efecto dominó del riesgo: cuando un fenómeno primario desencadena otros eventos que agravan el daño y multiplican las pérdidas. Hoy, los desastres rara vez son aislados. El cambio climático, la urbanización acelerada y la fragilidad de la infraestructura han creado escenarios donde un huracán no solo trae vientos fuertes, sino también inundaciones, deslaves, epidemias y crisis de abasto. Comprender esta dinámica es clave para planificar la protección y el aseguramiento.
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¿Por qué los desastres son ahora multievento?
Los fenómenos naturales siempre han tenido efectos secundarios, pero la magnitud actual responde a factores interconectados. Las ciudades crecen sobre laderas inestables, los sistemas de drenaje colapsan ante lluvias intensas y la deforestación amplifica el riesgo de deslaves. Así, un huracán que antes solo implicaba daños por viento ahora provoca inundaciones masivas, cortes eléctricos y afectaciones sanitarias.
De igual forma, un sismo puede detonar incendios, fugas de gas, derrumbes en carreteras y crisis de agua potable. Incluso la sequía, que parece un fenómeno lento, puede derivar en incendios forestales, pérdida agrícola y migración forzada.
Historias en cascada: cuando un evento arrastra a otro
El huracán “Stan”, en 2005, dejó una lección dolorosa en Chiapas: tras las lluvias torrenciales vinieron deslaves que sepultaron comunidades enteras, seguidos por brotes de enfermedades gastrointestinales.
En 2021, el huracán “Grace” no solo afectó la costa del Golfo; sus remanentes provocaron lluvias extremas en el centro del país, con inundaciones en zonas urbanas y daños en hospitales. Y en 2023, la erupción del volcán Sangay en Ecuador no solo cubrió de ceniza los cultivos, sino que interrumpió el transporte aéreo y afectó la cadena de suministro regional.
Cada caso muestra que el impacto real de un desastre no se mide solo por el evento inicial, sino por la cadena de consecuencias que genera.
El impacto económico y social del efecto dominó
Cuando los riesgos se encadenan, las pérdidas se disparan. Un solo evento puede interrumpir operaciones industriales, dañar infraestructura crítica y generar costos indirectos como desempleo, migración y crisis sanitaria.
Según estimaciones del Banco Mundial, los desastres naturales pueden reducir el PIB de un país en varios puntos porcentuales cuando afectan sectores estratégicos. Para las empresas, esto significa interrupción de la cadena de suministro, pérdida de inventarios y afectación en la continuidad operativa.
Para las familias, implica pérdida de vivienda, bienes y medios de vida. El efecto dominó convierte un desastre en una crisis prolongada que exige respuestas integrales y coordinación entre gobierno, sector privado y sociedad civil.
Prevención y seguros: anticiparse a la cadena de riesgos
En este contexto, los seguros juegan un papel crucial. Las pólizas tradicionales deben evolucionar para contemplar escenarios multievento, donde los daños no provienen de una sola causa, sino de una secuencia de riesgos.
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En GMX Seguros, la gestión integral del riesgo considera coberturas que protegen no solo contra el evento primario, sino también contra sus consecuencias. Esto incluye indemnización por daños materiales, interrupción de negocios y gastos extraordinarios para la recuperación. La clave está en diseñar soluciones que acompañen a las empresas y a las personas en todo el ciclo del desastre, desde la prevención hasta la reconstrucción.
Preparación integral y resiliencia como estrategia
El efecto dominó del riesgo nos recuerda que la resiliencia no se construye pensando en eventos aislados, sino en cadenas de impacto. La prevención implica reforzar infraestructura, planificar rutas de evacuación, proteger datos críticos y, por supuesto, contar con un seguro que responda ante escenarios complejos.
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